Bon II- Amanecer confuso

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Bon II
Amanecer confuso
-¿Papá?
El anciano se quedó mirando al hombre trajeado que parecía haber interrumpido su comida solo para verle.
-Yo no soy tu padre-replicó el anciano premiosamente.
-Sí, sí, que sí-insistió el trajeado. Tras  rebuscar en un bolsillo de su chaqueta, sacó una foto en blanco y negro de un hombre joven con un niño abrazándole las piernas.-Mira. Eres tú.
El anciano cogió la foto con unos dedos temblorosos y entrecerró los ojos, intentando averiguar quiénes eran las personas de aquella foto. La imagen que sostenía entre su índice y pulgar, efectivamente, despertaba en él sentimientos antiguos que no recordaba, pero... ¿quiénes eran aquellas personas exactamente?
-Yo no soy este-resolvió, tachando con el índice de la otra mano la cara del hombre.
-Sí, sí lo eres. Ronald Bonnard. ¡Bon! Y yo-añadió, señalando el niño-soy tu hijo, Mike Anderson Bonnard. Mamá me cambió el nombre porque desapareciste...
-¿Mamá?
-Sí, mamá. Joanna Anderson. Estuviste casado con ella como veinte años, pero como te acabo de decir, desapareciste.
-¿Eh...? Oh, Dios, mi cabeza...
El anciano, o Bon, bajó la mirada y se pasó la mano como un peine por en medio de sus pelos grises y sucios, intentando consolar el dolor de cabeza que le había entrado.
-Dios, Dios, Dios, Dios, ¡Dios...!-de repente, alzó la mirada rápido hacia los ojos del hombre, como un perro de caza-¿Mike?
Mike asintió con una leve sonrisa, bajando tímidamente la cabeza.
-¡Oh, Mike! ¡Hijo mío!
Bon se levantó estrepitosamente del asiento, y tras rodear el perímetro de la mesa abrazó ortopédicamente a su hijo, que correspondió con otro efusivo abrazo de oso que hizo crujir a Bon de una manera que no podía ser sana.
-¡Papá!-esbozó Mike una lágrima.
-Oh, hijo, hijo... ¿dónde has estado?
Mike se separó de su padre para cogerle por los hombros y mirarle fijamente a la cara.
-No, perdona. Dónde has estado .
-¿Yo...? Yo no sé si he estado alguna vez, antes de ahora. Solo te recuerdo a ti, un poco de la dulce cara de tu madre y también un hombrecillo con el que debía llevarme bien, que veo su sonrisa...Y también me acuerdo de una panda de una especie de perrillos, pero recuerdo muy bien que no me gustaban nada, no señor, eran muy feos.
-Ajá. Perrillos.
-Sí. Muy feos. Para matarlos. No me gustaban nada. Pero solo veo una imagen borrrosa, nada de cosas definidas. ¡Pero esos perrillos no me gustaban! ¡Es lo único que sé!-repitió Bon obsesionado.
Mike miró en torno suyo, como buscando algún espía.
-Oye, papá. Esto hay que hablarlo más profundamente, tienes que contarnos qué recuerdas.
-¡No recuerdo nada!-gruñó Bon-, ¡solo imágenes borrosas!
-Puede que si hablas con alguien de tu pasado te vuelva la memoria. Sé dónde vive mamá, pero el hombrecillo... ¿no recuerdas nada más de él?
-Nos llevábamos bien. No sé decirte nada de él, pero estoy seguro de que si lo viera, lo reconocería. Sí, señor. De esas caras que no se olvidan.
-Hum, vale...
Mike guardó un momento de silencio, observando como Bon se enfrascaba en sus pensamientos, intentando pescar algún dato en su viejo y oxidado cerebro.
-Entonces, ¿vamos con mamá?
Bon se despertó.
-¿Qué? Ah, sí. Vamos, hijo mío, vamos.
El hijo le agarró al padre del brazo para sostenerle, como si fuese una vasija de valor incalculable que hubiese que proteger, y los dos juntos, caminaron fuera del restaurante.


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