RÁFAGA ELÉCTRICA

Esto se tenía que haber publicado el viernes, porque lo programé para eso, pero por lo visto no ha funcionado. Disculpad la tardanza, porque a algunos ya os dije que publicaría el viernes, y aquí tenéis, ¡vuestra publicación semanal! Disfrutadla.
RÁFAGA ELÉCTRICA
 No sé, qué pudo hacerte cambiar de opinión, qué pudo alejar tus palabras de mí. Echo de menos cada vez que hablábamos, cada vez que tú me dabas los buenos días y yo te daba las buenas noches. Echo de menos cada vez que me arrancabas un pedazo de mi corazón en cada frase. Ahora, pareces haberte olvidado de mí, no sé lo que ha pasado, y yo no puedo hacer sino dejar a la ventisca que haga lo que quiera. Pero, las cosas no son así. Yo no puedo olvidar tu primera sonrisa,  reprimir nuestras primeras palabras,  evitar revivir nuestros pies caminando juntos por la arena cada vez que pateo el asfalto solitario.
Se extiende una coraza falsa de acero, una armadura entretejida con hilos metálicos y viscosos. Un páramo recubierto solo por una jaqueca sorda del viento, una vasta llanura donde una mano gigantesca emerge de la tierra gris con una antorcha de hierro.
 Recorriendo el páramo hasta perder el sentido, hasta llegar a la locura, hay un bosque, repleto de árboles y arbustos herrumbrosos, que sepultan con sus lianas y enredaderas oxidadas la esfera del futuro. Qué ingenuo buscaría en esas minas del bosque, donde solo hay piedras  apagadas. Dicen que la hecatombe  devastó todo de un soplido, de una ráfaga sin piedad. Nadie es capaz de llegar a las profundidades de los escombros, donde yace el corazón azul tinta, golpeando con el tambor el aire agonizante, noqueando, poco a poco, con cada latido, la coraza del páramo.

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