VISITANTE A LAS PUERTAS DEL MAR

¡Segundo relato de la semana! Alguna historia detrás, que todavía no he tenido el placer de conocer... ¡disfrutadlo!

VISITANTE A LAS PUERTAS DEL MAR

Estoy en un banco del paseo marítimo. Mis gafas de sol de cristal circular me ocultan la verdadera realidad y me ofrecen una visión azulada de ella. El mar aparece como una gigantesca mole negra agitándose a lo lejos, como si fuese la guarida de bestias marinas sacudiendo las cadenas que las mantienen presas para salir a la superficie. Son fantasías mías. Siempre he sido así de imbécil, me imagino dragones bajo el agua, personas en las que confiar, y amor donde en realidad no lo hay. Un cigarro cutre reposa en mi mano, humeante. La mezcla de su aroma adictivo y la suave brisa marina crea un cóctel para mis sentidos. Aspiro profundo. Mar. Océano. Hice bien alejándome de toda esa gentuza mudándome a esta ciudad costera. Doy una calada. Inmediatamente después, tiro el cigarro, pues últimamente me estoy intentando convencer de que el tabaco es perjudicial, y estoy haciendo fuerzas de voluntad para dejarlo. Piso la colilla con ahínco, esbozando una mueca de esfuerzo. La verdad es que hoy me he levantado sin fuerzas, como si me hubieran extirpado en algún quirófano los músculos. Miro la noche. La noche me devuelve la mirada.
-Te has ido lejos.
Un hombre con un traje negro, camisa negra y sin corbata se presenta delante de mí, tapándome la vista.
-Disculpe, caballero, ¿le conozco?
-Conozco a Suárez.
Con esa frase, reviven fantasmas del pasado.
-¿Y qué? ¿Está bien, el hombre?-contesto, inexpresivo.
-Se podría decir. Solo le falta atar unos cabos sueltos.
-Me alegro por él-me río indiferente.-¿Y a mí qué?
-Ya no te acuerdas de nada, pobre. ¿Qué pasa? ¿Ya has pasado de Marina y la caja fuerte? ¿Ya lo has dejado atrás?
-Desaparecí para no volver a ver a aquella escoria -gruñí-. Para protegerme de los problemas que he causado. Si quieres, podemos resolver las cosas civilizadamente. Te puedo pagar.
-Fuiste un traidor, Pablo. Esa clase de cosas no se puede olvidar con unos cuantos billetes.
-Estaba harto de la basura. Déjame. Dile que me perdone. Era otra persona. Más joven. Más inexperto. Todos cometemos errores. Y supe que el Diego Suárez de antes me pegaría un tiro nada más verme después de lo que hice. Si tienes su teléfono, puedo hablar con él.
Mi visitante puso cara de reflexión.
-Eres un traidor. Pero pareces un traidor reformado. Aunque...
Mis fantasmas. Mis fantasmas, puede que me fueran a perdonar. La llama de arrepentimiento fue sustituida por una débil de esperanza.
-Aunque... lo hecho, hecho está.
En pocos segundos, una pistola emergió de su bolsillo, agarrada firmemente por su mano, y se oyó un chasquido. La bala estaba en posición. Lo hecho, hecho estaba. Y mi vida comenzó a pasar por delante de mis ojos, con el cañón de la pistola como fondo...

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