LA MÁSCARA DE PLATA

Este relato lo acabo de escribir. Es un poco casualidad que su nombre coincida con el del blog, pero os aseguro que solo es algo fortuito. Es algo abstracto y poético. Adoro esa especie de magia misteriosa que existe en él incluso para mí. Y solo puedo decir, disfrutadlo.

LA MÁSCARA DE PLATA
Es un hombre con un traje morado. Una máscara de plata sin boca oculta su rostro, y no hay nada que pueda quitársela. Puede que sea su verdadera cara, y no la máscara que haya debajo. Se ven, en la ranura de los ojos, un ojo marrón caoba y otro verde esmeralda. Por los agujeros de la nariz, no se puede ver nada. Es increíble, porque, aunque sus ojos estén debajo, la máscara llora igual. El hombre tiene miedo de que sus lágrimas le manchen el traje, porque una vez fue preparado para una ocasión especial. Las lágrimas se tiñen de un color argénteo cuando zigzagean temblorosas por la máscara. En la mano solitaria del hombre, una rosa eterna, como un sentimiento que acababa de morir en el hombre, se marchitaba poco a poco, volviéndose más y más flácido el tallo a cada segundo, y cayéndose y arrugándose los pétalos. Nadie. Nadie en este condenado planeta puede comprender porque la rosa que permaneció imperecedera durante muchos años se marchitó en apenas cinco minutos. Nadie comprende por qué una inerte máscara de plata puede llorar como si fuese un ser humano, ni por qué el hombre que se oculta tras ella no puede llorar como si no lo fuese. Nadie entiende, desgraciadamente, por qué aquel hombre tan triste lleva un traje tan alegre. Quien quiera que haya ahí, que no se inmiscuya donde no le llaman. Que bajo ningún concepto intente averiguar quién es en realidad, o intente entablar conversación con él para intentar deducir algo por el timbre de su voz. Aunque, hace mucho tiempo, cuando aún la máscara no lloraba y él era feliz, se le oyó decir que esperaba a una mujer con máscara de plata y vestido morado para que cogiese la rosa.

Comentarios

  1. Todos tenemos máscaras, cáscaras, disfraces baratos y antifaces rígidos que pueden desvanecerse con un minúsculo soplo. La persona que no lea un texto, no puede empaparse de él, como quien no comprende cómo sin utilizar el sentido fiel, las máscaras pueden llegar a llorar sin haber sido despejadas de la cara. Como he dicho antes, cualquier persona, hasta la más cándida, cada vez que "se enfrenta" al resto de la humanidad, inspira y se tapa con ella. Podemos llorar, gritar, poner los ojos en blanco o respirar de manera sosegada, pero llega un momento en el que se ha acumulado demasiado "magma" bajo nuestra máscara, y entonces, ésta se fragmenta, y el magma sale, y se desplaza, cuanto más débil fuera, con mayor premura, se destruye. En definitiva, no importa el material del que aquella estuviere hecha porque siempre termina desapareciendo como un cactus que por exceso de agua, tal vez, salada, se seca.

    Sin duda, no necesitamos máscaras para ser felices, sino todo lo contrario. No busquemos la aceptación de los demás, porque aquello es lo que nos va escondiendo y al final destruye nuestro muro frente al Universo. A veces, vivimos de algo que acaba desapareciendo, en la mayoría de los casos.

    Así que es una especie de bucle, muy distinto e interesante, Javi, un abrazo :))


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    1. La verdad es que sí, al final los muros que levantamos para protegernos de los demás se caerán por ser demasiado grandes. Muchas gracias por tu opinión, Esther! Cuídate!:)

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