Despertar en el sueño

¡Hola, público! Hoy para variar, final feliz. Como diría mi amigo Víctor, esto rezuma miel :P. O no sé... la verdad, puede que en realidad no, y mi juicio esté distorsionado de escribir todo el rato para las historias de amor finales tristes, y un final feliz realmente me impresiona por ello... es igual. Dejo de aburriros. Juzgad por vosotros mismos.
Despertar en el sueño
Ignacio iba en el metro de vuelta a su casa aquel sábado por la noche. No había muchas personas, y él, como no iba ebrio, se entretenía observándolas. Analizando sus facciones, imaginando qué historia habría detrás de sus rostros inexpresivos. En Avenida de América, se sentó enfrente suyo una chica muy guapa. Era de cara ovalada, ni muy rellena ni muy seca, de cabellos largos y rubios trigueños, que se volvían negros en el extremo; tenía unos ojos marrones saltones, resaltados por arriba por unas cejas oscuras que contrastaban con su pelo y por abajo por unas ligeras ojeras que, lejos de restarle atractivo, se lo añadían, una nariz pequeña y redondeada en la punta y, por último, unos labios caídos de un color que parecía que alguien les hubiese quitado la sangre. Su tono de piel era claro, tirando a moreno, y su figura, de estatura media, tenía suaves curvas en los lugares correctos para que fuesen atractivas. Esta chica se sentó enfrente de Ignacio, el cual no pudo sino fascinarse por su belleza. Pensó que una chica como aquella jamás le hablaría, y comenzó a imaginarse lo que podría ser con ella si  se llegase a dar la casualidad de que hablasen en aquel tren. Empezarían a hablar como solo sucede en las películas. Él la pediría el número, y ella le daría su número de verdad, y no uno falso, como en algunas ocasiones le había sucedido a Ignacio. Tras hablar un poco, decidirían quedar para tomar un café para conocerse mejor. Entonces repetirían, y repetirían, y él se enamoraría aún más de ella y ella finalmente se enamoraría de él, y se harían novios. Y pasarían unos años fantásticos en los que irían a la playa juntos, pasarían juntos los cumpleaños, se quedarían dormidos viendo la tele frente a una caja de pizza vacía; y después de eso alquilarían un piso, y vivirían juntos mientras terminaban la universidad, y aun después, cuando ambos tuviesen trabajo. Y entonces él le pediría a ella la mano, y ella diría que sí, y...
-Amigo, se ha acabado la línea, váyase fuera, por favor, que voy a limpiar-le tocó en el hombro, con el extremo de la fregona, el de la limpieza.
Ignacio, frustrado por haber sido despertado de su fantasía, se levantó del asiento dispuesto a irse. Pero de repente reparó con sorpresa en que allí estaba la chica, levantada también, observándole. Como sabría después, ella estaba allí porque también se había entretenido soñando despierta con lo mismo.

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