No había significado nada

¿Quién había pagado mi fianza? ¿Acaso fue alguien que, como yo, había sido herido gravemente por ella, y también deseaba verlo en el hospital? ¿Tal vez fue una persona que conoció demasiado bien el rechazo? ¿O quizás fue la chica que me amaba a mí, que no podía permitir que yo permaneciese entre rejas mucho tiempo? No había manera de saberlo. El policía no quiso decírmelo, alegando que el/la donante había querido preservar su anonimato… ¿denunciaría él cuando se despertase? Había oído la radio del policía desde el calabozo; aquel golpe con el borde de la mesa había sido horrible. Pero precisamente aquel golpe no había sido mi culpa. De hecho, si tenemos que hablar de culpas, podríamos hablar de cómo él no dejaba de pavonearse o de cómo ella, a pesar de ser tan católica, no le había importado nada verme sufrir por su culpa. Yo jamás tuve la sensación de acosarla. Simplemente quería verla, allá a lo lejos; recordando lo que jamás fue y soñando lo que jamás sería. Muy de lejos. Sabía que jamás quería volver a tener trato conmigo y yo no quería nada en contra de esa voluntad.
 Ahora paseo por delante de su edificio, en una de las calles que salen de Menéndez Pelayo a la altura del Retiro. Miro arriba; hay muchos balcones, y jamás sabré cuál es el suyo; tampoco haré nada para averiguarlo. Seguramente acabaré entre rejas, solo he salido de la sauna para ir al infierno. ¿Quién ha pagado mi fianza? Me juzgarán e iré a la cárcel. No me preocupa; siempre he sabido adaptarme. En mitad del mar de culpa y miedo que ahora mismo navega mi alma, un pequeño barco se tambalea sobre las olas. En él, ondea una minúscula bandera de justicia, que llevaba deseando verse izada desde aquel día en que, con el inicio de su silencio, me dio a entender que aquella mirada en aquel rincón del Retiro no había significado nada.

Este es el final de un relato en que la angustia me oprimía el pecho a causa de la que lo inspiró. No he puesto el resto del relato porque es demasiado sombrío y además me hurga mucho las vísceras... si ella lee esto, bueno, que le vaya bien, supongo, aunque hay caminos que no permiten eso. Por mi parte, las sombras que aquel episodio suscitó se disiparon de mi alma y solo queda un resquicio controlable, incluso útil. Lo que me gusta de este relato es que deja la puerta abierta a cada uno a que se imagine lo que pasó, lo que a veces da mucho más juego que relatar los hechos con claridad. ¿Qué os ha parecido? Ya sabéis, respondo todos vuestros comentarios :).

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