El Triciclo de Fantasía
¡Tras medio año de sequía, he escrito algo que realmente me gusta! Es un relato de absurdo con innovaciones estructurales. Mientras lo escribía, simplemente sentía el placer de la literatura y eliminaba toda complejidad conceptual susceptible de querer ser descifrada. Esta es la publicación número 100 de este blog. Público, sé que os he tenido descuidados últimamente, pero espero compensaros con...
EL TRICICLO DE LA FANTASÍA
Un relato de absurdo realmente corto con
innovaciones estructurales hecho por Javier de Torres
Cuando se besaron bajo la luna, esta
última vertió sobre ellos lágrimas de emoción que terminaron por ahogarles.
La señora tuvo claro
que había cometido un gran error poniendo el Tour de Francia en presencia de su
bicicleta cuando una tarde al llegar a casa se encontró un triciclo.
¡Cuál fue la
sorpresa del domador cuando comprobó que el león solo estaba bostezando!
Estas y más
historias inverosímiles en el Triciclo de la Fantasía, donde podemos ser su
religión, su líder, su viernes, pero solo si usted nos deja adentrarnos en la estimulante
realidad que es su vida. Estos breves microrrelatos son una pequeña muestra de
lo que viene a continuación. A continuación, le dejamos con el Presentador, un
hombre moreno de mediana edad, de alopecia avanzada y mostacho prominente,
icono de nuestro programa.
-¡Últimas
noticias! Un científico noruego ha logrado desentrañar las últimas causas de la
naturaleza argumentativa aplastante del, por muchos odiado, por muchos querido,
'qué más da'. Díganos, buen hombre sin vida social, ¿cuáles son los resultados
de sus investigaciones?
La pantalla se
divide en dos y al lado del presentador aparece un señor muy mayor con vello
facial de un metro, gafas de aviador y un gorro de dormir.
-El 'qué más da'
-empieza a decir la voz de doblaje sobre la original- es un mundialmente
reconocido deus ex machina a la hora de ganar enfrentamientos verbales en los
que está en juego la elección de la opción que presenta cada uno de los
interlocutores. Por ejemplo, si estás discutiendo con tu jefe, y en un punto
arbitrario de la conversación dices 'qué más da', es cien por cien seguro que
la trifulca se acabará.
-¡Es
absolutamente maravilloso! -dice el Presentador pasándose el boli por el
mostacho, para a continuación apuntar con él a la cámara- Y, ahora que ha
descrito el milagro, ¿puede concretar su origen?
-Por
supuesto. El poder de la expresión
radica en su uso en una discusión de dos personas en las que los dos intenten
que sus opciones igualmente estúpidas sean acogidas por el otro. Si, al
ponderar la habilidad dialéctica del contrincante, se observa que es como junco
de río, la utilización correcta del 'qué más da' -un tono desganado,
socialmente apelativo y emanador de personalidad- causa en él un sobreesfuerzo
mental en la tarea de intentar argumentar su opción que le deja sin poder
articular palabra suficiente tiempo como para que tú ''entiendas'' que ha
reconocido que no tiene motivos para su opción -que los tiene- y tú imponerle
la tuya.
-¡Es realmente
útil! Me fascina. ¿Cuáles son las coordenadas espaciotemporales adecuadas
para...?
-Eh, sí, claro. Pues,
para escoger una peli con los amigos, para conseguir un aumento de sueldo, para
pedir a tu vecino que mate a tu mujer... el 'qué más da' es como un clip, si
cae en las manos adecuadas, puede hacer grandes cosas.-literalmente dibuja un
arcoiris en el aire con la mano.
-Muchas gracias.
Ahora volvemos con nuestro corresponsal Narrador Omnisciente, en Canadá. ¿Qué
nos cuentas, durum?
Donald Kachowki
estaba en circunstancias desfavorables. En el área de descanso de la oficina se
habían quedado sin té rojo, su favorito. Desde hacía años, tenía el placentero
hábito de sorberlo, reclinado en el sillón de la salita, mientras miraba por
encima de sus gafas redondas de montura dorada 'El Capital'. No tuvo más
remedio que tomar un té verde mientras charlaba con la vegana de contabilidad.
Al contrario que el té, alcanzó su punto de ebullición, por lo que terminó
tirándoselo a la cara con la esperanza de que se callase, obteniendo éxito
inverso en su empresa, esto es, modulando el volumen en el sentido opuesto al
deseado. La vegana le arrastró de la mano al despacho del jefe, donde este, al
oír sus quejas, le respondió que realmente él no se sentía culpable por tomarse
un filete y que francamente él y todos estaban hartos de que intentase utilizar
las cabezas de la gente como macetas. Ella arguyó que no era su culpa que se
moviesen tanto. Mientras tanto, Donald Kachowki observó algo en la mesa de su
jefe que le llamó la atención.
-Señor Komrad...
-¿Sí,
Kachowki?-respondió este mientras aprovechaba para limarse las uñas.
-¿Eso de ahí es
Redbull?
-Sí.-de repente
el jefe detuvo la lima y levantó la cabeza hacia su empleado-No… ¿no irá a...?
-Tranquilo, jefe.
Confíe en mí.
El señor Komrad
asintió con determinación.
-Haga lo que
tenga que hacer.
Kachowki agarró
la lata, dio un gran sorbo y, mediante un proceso metamórfico notablemente
dilatado que rasgó sus ropas, se transformó en un toro rojo con cabellos y
barba de Karl Marx, que usó sus nuevos y poderosos cuernos para embestir contra
la vegana, que ensartó en su pitón derecho. Tras el crimen, en mitad de muchos
ruidos de ciencia ficción volvió a su forma preevolutiva, inevitablemente
desnudo, sin los atributos capilares de Karl Marx y con una leve mancha de
sangre en su hemisferio derecho craneal.
-¿Qué le diremos
a la policía?-preguntó a su jefe, mientras se ponía una mano delante y otra
detrás.
-No lo sé,
Kachowki, es la primera vez que me pasan cosas de estas… -respondió limándose
las uñas-… les diremos a los polis que un toro entró en la oficina y luego salió
volando. ¿Le parece bien?
-Pero, jefe,
nadie ha salido volando.
Ned Komrad tiró
la lima sobre su teclado, se levantó de su asiento y, haciendo una reverencia,
salió por la ventana cerrada con un triple mortal hacia atrás. Donald tenía una
gran alergia a los suicidios y comenzó a hincharse. Se llevó las manos al cuello,
se arrodilló y se puso rojo, digamos, 80% magenta 20% amarillo. Christine
Defalque, de recursos humanos, llegó corriendo alarmada a la escena. Señaló con
espanto el cadáver de la vegana.
-¡Aaaaaaah! ¿Qué
le ha pasado a Stacy?
-¡Agua!
¡Agua!-balbuceaba Donald como mejor podía, mientras se retorcía en el suelo
angustiosamente en posición fetal.
Christine miró a
su alrededor, buscando frenéticamente, hasta que encontró un bote de agua de
mar sobre la mesa del señor Komrad.
Desenroscó la tapa y se lo dio de beber a su compañero, mientras le reclinaba
en su regazo de modo parecido a la Virgen de la Piedad.
-¡Donald, no nos
dejes! ¡Te quedan tres informes!
Una vez se
terminó el bote, el color de Donald se normalizó y finalmente pudo hablar.
-Christine... -balbuceó,
debilitado.
-Soy yo, la de
recursos humanos.-rió, soltando una furtiva lágrima.
-Ya estoy mucho
mejor...-sonrió Donald tiernamente desde su regazo. Pero su sonrisa no tardó en
cambiarse por una mueca de horror- ¡El bote! ¡Rápido!
Espantada,
Christine lo cogió del suelo y se lo puso en la mano temblorosa y acuciante de
Donald, que palideció cuando leyó el etiquetado.
-¡Qué has hecho,
maldita!
Y murió en los
brazos de su asesina. Ella, sin comprender nada, cogió el bote y lo examinó,
para inmediatamente echarse a llorar desconsoladamente sobre el pecho de su
excompañero.
-Oh, Donald,
Donald… por qué me has hecho esto.
Era agua de mar... del Mar Muerto.
-Muchas gracias,
Narrador Omnisciente. Interesante historia. Ahora, si me disculpan ustedes, voy
a finalizar el telediario como Dios manda.
El Presentador
se levantó, se ajustó la corbata e indicó al cámara que le siguiese. Fue hacia
su sala empapelada de Hello Kitty, donde le esperaba su mesa de siempre, con lo
de siempre, algo por lo que todo fin de jornada debía pasar; un monito muy
chiquitito, con un chaleco rojo bordado en oro, camisa blanca y sombrero
cordobés con cinta roja que agarraba orgulloso un par de platillos.
-Soy
todo tuyo.-exclamó el presentador, arrodillándose ante la mesa, quedando el
mono a la altura de su boca abierta en suplicio comisural, extendiendo brazos
en cruz, mirando hacia arriba con los ojos cerrados.
El diminuto
primate pegó un chillido de emoción indiscernible y se zambulló en el tracto
digestivo del Presentador. En pantalla se oyó cómo la criatura iba buscando de
un lado a otro, hasta que finalmente se escuchó a dos platillos aplastando
acompasademente el corazón del Presentador, una, una y otra vez... y, entre
platillazo y platillazo, el Presentador sonrió siniestramente al objetivo y
siseó:
-Pasen… buena… tarde… hasta… mañana… les… esperamos… aquí…
en… el… Triciclo… de la… Fantasía…
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