Cuento de serie

Ayer leí algo bestial así que pienso tener una buena comida de trabajo dentro de poco :). Cuentecillo satírico-surrealista, que os guste.
Cuento de serie

Yo iba a salvar a la princesa cuando enfrente del foso de lava se me plantó el dragón. Hizo mucho ruido, el suelo tembló cuando sus gordos pies aterrizaron y el movimiento de sus alas hacía que mi melena se descontrolase. Yo esgrimí la espada, pero él me pidió que por favor no le diese en la rodilla derecha porque ya por la mañana había venido otro tipo y se la había fastidiado.
-¡Pero yo pensé que yo era el elegido!
-Realmente, no-dijo el dragón-Todos quieren salvar a la princesa.
-¡Pero no hay princesa para todos!
-Realmente, sí. Hay una para cada uno. Os esperan con el típico cartelito que la gente lleva al aeropuerto para que los que llegan pues sepan con quién tienen que ir.
-¿Dónde queda la emoción?
-No la hay. Es simplemente que creces toda tu vida creyendo que eres especial, pero realmente no, porque todo el mundo cree lo mismo y por ende, ninguno de vosotros sale de la mediocridad.
Maté al dragón por destrozarme todo mi planteamiento vital y cayó al foso de lava, pero desde abajo me dijo que no me preocupase, que ya luego iría a la enfermería y estaría en disposición de atender al siguiente caballero. Subí la torre y, tal como me dijo el dragón, me fui encontrando a princesas sujetando carteles. Ojalá me tocase una guapa, pensé, pero me deshice rápido de ese pensamiento porque todas eran iguales. Debajo del nombre del caballero aparecía un número de serie. En el cuarto piso por fin encontré a la mía. Tras guardarse el cartel en el bolso, me estrechó la mano afectuosamente y me pidió que no la llevase a comer perdices y ser felices para siempre, porque por un lado, era alérgica, y por otro, tenía otro caballero que atender a las diez.
-A la entrada del castillo no sé si lo viste al entrar-señaló por la ventana-Han puesto un puesto de perritos calientes. Eso estaría guay. ¿Tienes dinero?
-No lo suelo llevar, no me hace falta para rescatar princesas y eso.
-¡Todos sois iguales! Por fortuna, a la salida de la torre, que ahora te llevaré, se hizo una casa de empeño. No sé por qué pero cuando finalmente rescatáis a la princesa, os desanimáis.
La princesa me llevó al sitio, vendí mi casco y la llevé a tomar perritos calientes. Charlamos un rato y luego se despidió porque tenía que volver al curro. Al pasar, saludó cordialmente al dragón. Yo, se supone que debía enamorarme, así que fui tras ella, pero, desgraciadamente, el dragón me informó de que cuando volvían al puesto de trabajo reseteaban a las princesas y les cambiaban el número de serie, para evitar encariñamientos con los clientes.  Me explicó que para volver a salvar a una princesa me tenían que resetear a mí también, en una caseta que estaba cerca de allí, un poco escondida en el bosque. Y ahí fui. Y salí como nuevo. Y yo iba a salvar a la princesa, cuando enfrente del foso de lava se me plantó el dragón.

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