Nigrociante


Nigrociante.
-Una piel humana, ¿sí?
-Sí.
El hombrecillo de pelos alborotados se introdujo en la trastienda, dejando a Jon esperando. Este, al verse solo, miró a su alrededor, curioso. ¡Cuántas cosas extrañas había!  Ojos, plumas, bolas mágicas, bastones de mando, máscaras tiki... Lo que más le llamó la atención fue una misteriosa pócima morada que colmaba un tarro grande en una mesita rococó, de una textura grumosa y brillante. Jon intentó tocarla, pero, para su sorpresa y terror, su mano se abrasó al acercarse. De repente, el hombrecillo volvió de la trastienda, y no pareció sorprenderse al ver a Jon lamerse el dedo índice. Miró al tarro y rio con unos chilliditos maliciosos.
-Veo que has intentado hincarle el diente, ¿eh?-sus dos ojos brillaron como chiribitas tras los cristales de las gafas de esquí-No te molestes, se protege por su propia fuerza.
Jon quiso preguntar qué era, pero se inhibió al ver que el hombrecillo echó una manta negra encima del tarro, para evitar que lo viese.
-Bueno-dijo el hombrecillo, sacándose unas pastillas azules del bolsillo de su gabardina negra-Aquí tienes. Pastillas humanas. Tómatelas, y en veinticuatro horas se habrá completado la metamorfosis.
Jon fue a cogerlas, pero el hombrecillo soltó una risita y alejó la mano con las pastillas de Jon.
-Primero paga.
-Eres desconfiado, amigo-rechinó los dientes Jon, tenso.
-Digamos, precavido-soltó una carcajada loca, e inmediatamente después dejó de reír-Paga.
Jon refunfuñó.
-No tengo dinero.
-¡Es igual! Nunca había visto una criatura como tú. Me basta con un poco de tejido-dijo el hombrecillo, observando con codicia el cuerpo del cliente.
-Humpf.
Jon se metió una mano en la chaqueta, se oyó algo separarse con un ruido sordo y sacó de los pliegues de la ropa una masa negruzca, que entregó al hombrecillo, el cual le sonreía con dientes juntos y afilados desde abajo. Este, al tenerla, la sopesó con la mano derecha, arriba y abajo, arriba y abajo. Pasó la masa por donde debería haber nariz y ronroneó, por la pasión por lo desconocido.
-Vaya, viajero, nunca había visto algo como esto. ¿Qué eres?
-No hagas preguntas, enanillo.-gruñó Jon, tajante.
-Pregunto lo que quiero-replicó el hombrecillo silabeando lentamente.
Jon, en un movimiento rápido, lanzó la mano a su bolsillo y agarró un cuchillo, con el que acometió contra el hombrecillo. A mitad del trayecto, con la ira hirviendo por dentro, una mano paró la de Jon. Jon se sorprendió, porque no la había visto. Se fijó en el hombrecillo que tenía debajo. En una mano, la masa. La otra, con las pastillas. Y había salido una, velozmente, de la gabardina oscura para detenerle a él, que forzó a Jon a meter su cuchillo en el bolsillo de nuevo. Acto seguido, entregó las pastillas a la mano libre del cliente, y detrás del cristal, dos focos rojos brillaron.
-Vete de aquí. Hazme caso.
Jon salió de su perplejidad, y sin cuestionarle, salió de la tienda y se puso sobre el sendero nevado, para enfrentarse al frío y a la ventisca de las alturas. Dentro del local, el hombrecillo, apoyado contra el mostrador, examinaba absorto la masa negruzca con la que jugaba entre las manos.
-Imbécil.

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